Transformar el lodo de la dana en adoquines, bancos y jardineras: “Es una solución ambiental pionera en el mundo”
                                    
                        #DANA
                    
                                    
                        #CSIC - Consejo Superior de Investigaciones Científ
                    
                                    
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                Un equipo de científicos del CSIC viajó a los pueblos afectados tras la catástrofe. Un año después este organismo ha patentado una solución para retirar y transformar miles de metros cúbicos de lodos tóxicos
Salomé Pradas llamó a Mazón para informarle del envío del Es-Alert a las 19.10 del día de la dana y el president no le cogió el teléfono
El lodo y los sedimentos que dejó la catastrófica dana que azotó Valencia el 29 de octubre de 2024, millones de metros cúbicos mezclados con contaminantes orgánicos, pesticidas, metales pesados y microplásticos, entre otras sustancias, siguen un año después almacenados en campos y vertederos. Para dar una salida a estos residuos tóxicos, un grupo científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha patentado una solución pionera: transformar todo este fango en mobiliario urbano. Adoquines, bancos y jardineras que serán utilizados en la reconstrucción de las ciudades.
Los primeros prototipos ya están fabricados. Se han usado 4.000 kilos de lodo que estaban almacenados en el puerto de Catarroja, uno de los municipios más afectados. En noviembre serán entregados a las autoridades locales. Este primer lote contiene cajas de adoquines (equivalente a 60 metros cuadrados), dos bancos y una jardinera. “Es una solución ambiental pionera en el mundo”, explica Félix López, químico e investigador científico del CSIC, líder del proyecto.
Según los cálculos de la institución pública, la dana dejó un total de 2,5 millones de metros cúbicos de lodo, una “cantidad nunca vista” en España en un episodio de lluvia torrencial, cuenta López. Tras semanas de arduo trabajo, esta mezcla de agua, tierra y sedimentos fue trasladada en cisternas a canteras, campas y vertederos habilitados –muchos improvisados– por el Ejecutivo autonómico y los gobiernos locales.
El lodo funciona como una especie de colector de todo tipo de sustancias dispersas, bacterias, parásitos, plaguicidas, metales pesados, fármacos, microplásticos y productos químicos, entre otros. Patricia Córdoba, doctora en geoquímica e investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), explica que su acumulación, sobre todo en lugares improvisados, es un serio problema de contaminación. Las infiltraciones en los suelos y la “resuspensión de partículas” cuando el lodo se seca por completo tienen impactos nocivos, tanto para la salud humana como para los ecosistemas.
Con ese diagnóstico, López y su equipo de trabajo empezaron en diciembre del año pasado a trabajar en un proyecto con un doble propósito: utilizar este lodo para construir elementos del mobiliario urbano destruidos por las riadas. Cogieron muestras de toda la “zona cero”. Entre 50 y 100 kilos de lodo de cada localidad afectada. Luego llegó la fase de laboratorio. Meses de investigación. Estudios de factibilidad, cálculos y fórmulas. Las primeras pruebas se hicieron con baldosas y bordillos. “El resultado fue exitoso y nos animamos a más”, cuenta el científico del CSIC. Los siguientes prototipos fueron adoquines, bancos y jardineras, tres elementos muy necesarios en los planes de reconstrucción.
Científicos con botas de barro
Dos días después de la catástrofe, el Gabinete de Asesoramiento de Desastres y Emergencias del CSIC movilizó a más de 200 científicos para ayudar en lo que fuera necesario. Se constituyó un grupo de residuos formado por 22 investigadores, coordinado por López. El equipo se trasladó a la zona cero para evaluar los desechos acumulados en las calles y en las casas.
La prioridad era sacar el lodo alojado en bajos y garajes, un total de 50.000 metros cúbicos, recuerda López. En el laboratorio, los científicos desarrollaron una sustancia espesante para solidificar el fango, una solución que permitió convertir el líquido en un “barro manejable” fácil de extraer. Durante las semanas siguientes, este polímero se esparció por cientos de inmuebles.
                        Salomé Pradas llamó a Mazón para informarle del envío del Es-Alert a las 19.10 del día de la dana y el president no le cogió el teléfono
El lodo y los sedimentos que dejó la catastrófica dana que azotó Valencia el 29 de octubre de 2024, millones de metros cúbicos mezclados con contaminantes orgánicos, pesticidas, metales pesados y microplásticos, entre otras sustancias, siguen un año después almacenados en campos y vertederos. Para dar una salida a estos residuos tóxicos, un grupo científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha patentado una solución pionera: transformar todo este fango en mobiliario urbano. Adoquines, bancos y jardineras que serán utilizados en la reconstrucción de las ciudades.
Los primeros prototipos ya están fabricados. Se han usado 4.000 kilos de lodo que estaban almacenados en el puerto de Catarroja, uno de los municipios más afectados. En noviembre serán entregados a las autoridades locales. Este primer lote contiene cajas de adoquines (equivalente a 60 metros cuadrados), dos bancos y una jardinera. “Es una solución ambiental pionera en el mundo”, explica Félix López, químico e investigador científico del CSIC, líder del proyecto.
Según los cálculos de la institución pública, la dana dejó un total de 2,5 millones de metros cúbicos de lodo, una “cantidad nunca vista” en España en un episodio de lluvia torrencial, cuenta López. Tras semanas de arduo trabajo, esta mezcla de agua, tierra y sedimentos fue trasladada en cisternas a canteras, campas y vertederos habilitados –muchos improvisados– por el Ejecutivo autonómico y los gobiernos locales.
El lodo funciona como una especie de colector de todo tipo de sustancias dispersas, bacterias, parásitos, plaguicidas, metales pesados, fármacos, microplásticos y productos químicos, entre otros. Patricia Córdoba, doctora en geoquímica e investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), explica que su acumulación, sobre todo en lugares improvisados, es un serio problema de contaminación. Las infiltraciones en los suelos y la “resuspensión de partículas” cuando el lodo se seca por completo tienen impactos nocivos, tanto para la salud humana como para los ecosistemas.
Con ese diagnóstico, López y su equipo de trabajo empezaron en diciembre del año pasado a trabajar en un proyecto con un doble propósito: utilizar este lodo para construir elementos del mobiliario urbano destruidos por las riadas. Cogieron muestras de toda la “zona cero”. Entre 50 y 100 kilos de lodo de cada localidad afectada. Luego llegó la fase de laboratorio. Meses de investigación. Estudios de factibilidad, cálculos y fórmulas. Las primeras pruebas se hicieron con baldosas y bordillos. “El resultado fue exitoso y nos animamos a más”, cuenta el científico del CSIC. Los siguientes prototipos fueron adoquines, bancos y jardineras, tres elementos muy necesarios en los planes de reconstrucción.
Científicos con botas de barro
Dos días después de la catástrofe, el Gabinete de Asesoramiento de Desastres y Emergencias del CSIC movilizó a más de 200 científicos para ayudar en lo que fuera necesario. Se constituyó un grupo de residuos formado por 22 investigadores, coordinado por López. El equipo se trasladó a la zona cero para evaluar los desechos acumulados en las calles y en las casas.
La prioridad era sacar el lodo alojado en bajos y garajes, un total de 50.000 metros cúbicos, recuerda López. En el laboratorio, los científicos desarrollaron una sustancia espesante para solidificar el fango, una solución que permitió convertir el líquido en un “barro manejable” fácil de extraer. Durante las semanas siguientes, este polímero se esparció por cientos de inmuebles.
                    
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