¿Qué era el Cardo y el Decumano en el imperio romano y dónde podemos verlo en nuestras ciudades?
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Dos calles cruzadas, una plaza en el centro y el germen de toda ciudad romana: así se organizaba el mundo antiguo
Una de las ciudades romanas mejor conservadas de Hispania está a una hora de Madrid
Cuando los romanos fundaban una ciudad, no lo hacían al azar. Cada piedra, cada calle, cada plaza respondía a una lógica casi militar: orden, simetría y funcionalidad. De ahí nacen los dos ejes esenciales de cualquier urbe romana: el Cardo y el Decumano, las dos arterias que lo estructuraban todo.
Y sí, todavía hoy se pueden ver —y hasta caminar por ellas— en muchas ciudades españolas.
El mapa perfecto: cómo se trazaba una ciudad romana
El urbanismo romano era un reflejo del ejército. Igual que un campamento se levantaba con precisión matemática, las nuevas ciudades del Imperio se diseñaban siguiendo el mismo patrón: una cuadrícula perfecta de calles paralelas y perpendiculares.
El Cardo era la vía que iba de norte a sur, mientras que el Decumano recorría la ciudad de este a oeste. Su intersección daba lugar al Foro, el corazón de la vida pública, donde se levantaban los templos, las termas, el mercado y la sede política.
Alrededor de ese punto central se distribuían las insulae, las manzanas de viviendas y talleres, que formaban un auténtico laberinto ordenado. La estructura resultante —una cuadrícula regular, racional y práctica— se convirtió en el sello inconfundible de Roma allá donde llegaba.
El cruce donde todo sucedía
Las dos calles principales recibían el título de Cardo Maximus y Decumano Maximus, las avenidas mayores de la ciudad. Todo partía de ellas. El resto de calles —más estrechas y secundarias— se organizaban en función de estos dos ejes.
Una de las ciudades romanas mejor conservadas de Hispania está a una hora de Madrid
Cuando los romanos fundaban una ciudad, no lo hacían al azar. Cada piedra, cada calle, cada plaza respondía a una lógica casi militar: orden, simetría y funcionalidad. De ahí nacen los dos ejes esenciales de cualquier urbe romana: el Cardo y el Decumano, las dos arterias que lo estructuraban todo.
Y sí, todavía hoy se pueden ver —y hasta caminar por ellas— en muchas ciudades españolas.
El mapa perfecto: cómo se trazaba una ciudad romana
El urbanismo romano era un reflejo del ejército. Igual que un campamento se levantaba con precisión matemática, las nuevas ciudades del Imperio se diseñaban siguiendo el mismo patrón: una cuadrícula perfecta de calles paralelas y perpendiculares.
El Cardo era la vía que iba de norte a sur, mientras que el Decumano recorría la ciudad de este a oeste. Su intersección daba lugar al Foro, el corazón de la vida pública, donde se levantaban los templos, las termas, el mercado y la sede política.
Alrededor de ese punto central se distribuían las insulae, las manzanas de viviendas y talleres, que formaban un auténtico laberinto ordenado. La estructura resultante —una cuadrícula regular, racional y práctica— se convirtió en el sello inconfundible de Roma allá donde llegaba.
El cruce donde todo sucedía
Las dos calles principales recibían el título de Cardo Maximus y Decumano Maximus, las avenidas mayores de la ciudad. Todo partía de ellas. El resto de calles —más estrechas y secundarias— se organizaban en función de estos dos ejes.
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