Ni pobre ni casta ni obediente, Rosalía se quita el hábito del mainstream en ‘Lux’
0
#Rosalía
#Canciones
#Discográficas
El nuevo álbum de la artista rompe moldes convertido en un ejercicio de reflexión, de pena, de celebración, de euforia y profunda tristeza; cargado de espiritualidad, piano, violines y lirismo
El nuevo álbum de Rosalía, ‘Lux’, se filtra completo a dos días de su publicación
“Pero mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy”, canta Rosalía en Reliquia, uno de los temas que componen Lux, su nuevo disco, que saldrá oficialmente a la luz el próximo viernes. No miente la cantante, ya que en este álbum, más que nunca, ofrece incondicionalmente una parte de ella misma. De su corazón, de su talento, de su alma, de su voz, de su pena, de su 'mala hostia', de su pudor. Rosalía se ha entregado en un álbum que, pese a incorporar hasta trece lenguas en sus letras, pasa por encima del idioma del mainstream.
Ninguna canción encajaría en la radiofórmula, el disco funciona como una ópera que frena, que no invita a llevarla de fondo en los cascos mientras caminas a trabajar o friegas los platos. Tampoco a bailarla en las discotecas. Invita a que te sientes a escucharlo, a interiorizarlo, a sentirlo. Con sus violines, con sus historias, sus vientos, sus percusiones, su imponente piano, su lirismo. Claro que Rosalía no está inventando la música, ni le hace falta ni era su objetivo; pero sí que ha desplegado recursos, lenguas, notas y una sensibilidad de las que marcan antes y después. Lux es una banda sonora, única.
La llegada del disco ha sido accidentada, sí, filtrado por completo a dos días de su publicación. Un disco que los medios españoles escuchamos este lunes y que, pese a que teníamos prohibido hablar sobre él hasta el momento de su lanzamiento, su discográfica, Sony, ha decidido levantar el embargo este miércoles.
Lux llega acompañado de otro dilema, o contradicción. El disco está empapado de espiritualidad, de principio a fin. Hay continuas referencias la religión, al cristianismo, a diversas santas, y la propia portada hace referencia a él. Rosalía posa vestida de monja, lleva el hábito sobre su cabeza, ladeada. Seguramente sería raro que apareciera con un hiyab o que apelara a otras religiones del mundo, porque no son la suya –y no sería la primera vecrz que se le tacha por apropiación cultural–, pero lo cierto es que, inevitablemente, la mayor artista española actual, y una de las más importantes a nivel internacional, está perpetuando la imaginería cristiana en su nuevo trabajo discográfico.
La catalana se enmarca dentro de una corriente reciente, visible en otras figuras como Siloé, Rigoberta Bandini e Íñigo Quintero; que han reivindicado la religión católica en sus composiciones, perpetuando que la semiótica cristiana prolifere en la música pop actual. En Lux están presentes símbolos como la cruz o las reliquias, sin que Rosalía termine de dejar claro si quería subvertir nada como hicieron Madonna o Lady Gaga, abriendo inevitablemente una puerta al debate en torno a un protagonismo evidente.
Las canciones buscan trascender igualmente, ya que la escucha funciona como asistir a la misa de quizás incluso 'otra' religión en la que Rosalía se viste de monja, pero no reparte el cuerpo y la sangre de Cristo. No adoctrina, comparte. Lidera lo que transmite a través de sus cuerdas vocales, pero en Lux consigue que la conexión con sus melodías y letras sea profundamente íntima.
El grupo de periodistas que pudimos escuchar el disco el lunes lo hicimos sentados en una sala, cuaderno en mano, tomando notas y gestionando cómo dejarnos –o no– llevar por la nueva propuesta de la cantante. La escucha compartida fue en cierto modo un regalo, pero también generó pudor, porque Lux cala en cada poro, contagia, llena, asusta también, y sobre todo llega de frente, como si te mirara fijamente a los ojos sin dejarte pestañear. Es imposible que nada se remueva al escucharlo, porque Lux se escucha, pero sobre todo se siente.
“No soy una santa pero estoy blessed”
El nuevo álbum de Rosalía, ‘Lux’, se filtra completo a dos días de su publicación
“Pero mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy”, canta Rosalía en Reliquia, uno de los temas que componen Lux, su nuevo disco, que saldrá oficialmente a la luz el próximo viernes. No miente la cantante, ya que en este álbum, más que nunca, ofrece incondicionalmente una parte de ella misma. De su corazón, de su talento, de su alma, de su voz, de su pena, de su 'mala hostia', de su pudor. Rosalía se ha entregado en un álbum que, pese a incorporar hasta trece lenguas en sus letras, pasa por encima del idioma del mainstream.
Ninguna canción encajaría en la radiofórmula, el disco funciona como una ópera que frena, que no invita a llevarla de fondo en los cascos mientras caminas a trabajar o friegas los platos. Tampoco a bailarla en las discotecas. Invita a que te sientes a escucharlo, a interiorizarlo, a sentirlo. Con sus violines, con sus historias, sus vientos, sus percusiones, su imponente piano, su lirismo. Claro que Rosalía no está inventando la música, ni le hace falta ni era su objetivo; pero sí que ha desplegado recursos, lenguas, notas y una sensibilidad de las que marcan antes y después. Lux es una banda sonora, única.
La llegada del disco ha sido accidentada, sí, filtrado por completo a dos días de su publicación. Un disco que los medios españoles escuchamos este lunes y que, pese a que teníamos prohibido hablar sobre él hasta el momento de su lanzamiento, su discográfica, Sony, ha decidido levantar el embargo este miércoles.
Lux llega acompañado de otro dilema, o contradicción. El disco está empapado de espiritualidad, de principio a fin. Hay continuas referencias la religión, al cristianismo, a diversas santas, y la propia portada hace referencia a él. Rosalía posa vestida de monja, lleva el hábito sobre su cabeza, ladeada. Seguramente sería raro que apareciera con un hiyab o que apelara a otras religiones del mundo, porque no son la suya –y no sería la primera vecrz que se le tacha por apropiación cultural–, pero lo cierto es que, inevitablemente, la mayor artista española actual, y una de las más importantes a nivel internacional, está perpetuando la imaginería cristiana en su nuevo trabajo discográfico.
La catalana se enmarca dentro de una corriente reciente, visible en otras figuras como Siloé, Rigoberta Bandini e Íñigo Quintero; que han reivindicado la religión católica en sus composiciones, perpetuando que la semiótica cristiana prolifere en la música pop actual. En Lux están presentes símbolos como la cruz o las reliquias, sin que Rosalía termine de dejar claro si quería subvertir nada como hicieron Madonna o Lady Gaga, abriendo inevitablemente una puerta al debate en torno a un protagonismo evidente.
Las canciones buscan trascender igualmente, ya que la escucha funciona como asistir a la misa de quizás incluso 'otra' religión en la que Rosalía se viste de monja, pero no reparte el cuerpo y la sangre de Cristo. No adoctrina, comparte. Lidera lo que transmite a través de sus cuerdas vocales, pero en Lux consigue que la conexión con sus melodías y letras sea profundamente íntima.
El grupo de periodistas que pudimos escuchar el disco el lunes lo hicimos sentados en una sala, cuaderno en mano, tomando notas y gestionando cómo dejarnos –o no– llevar por la nueva propuesta de la cantante. La escucha compartida fue en cierto modo un regalo, pero también generó pudor, porque Lux cala en cada poro, contagia, llena, asusta también, y sobre todo llega de frente, como si te mirara fijamente a los ojos sin dejarte pestañear. Es imposible que nada se remueva al escucharlo, porque Lux se escucha, pero sobre todo se siente.
“No soy una santa pero estoy blessed”
Comentarios