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'El vigía de las esquinas', de Luis Mateo Díez: sátira, risa, libertad

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'El vigía de las esquinas', de Luis Mateo Díez: sátira, risa, libertad
Tenía que ocurrir. Alguna vez la novela tenía que dar cuenta de la situación política y cultural presente, sometida al más alto grado de deterioro y demolición, impensable hace años. El cambio estructural que vive nuestra civilización democrática , la novela emplea varias veces el adjetivo sistémico, es de tal grado que se echaba en falta el novelista que diera cuenta de ello. NOVELA 'El vigía de las esquinas' Autor Luis Mateo Díez Editorial Galaxia Gutenberg Año 2025 Páginas 438 Precio 23 euros 5Y ha decidido hacerlo, quien menos se esperaba, Luis Mateo Díez , uno de los más grandes veteranos de nuestra narrativa, quien en la cima de su hacer literario, con todo ganado, se ha decidido a dar cuenta de este tiempo de derrumbes y perplejidades. No podía hacerlo ninguno de los escritores del pesebre, temerosos y ahítos de una literatura que vive a espaldas de la sátira y del humor. Lo ha tenido que hacer Luis Mateo Díez al modo como lo hiciera Valle-Inclán, quien escribió las farsas y licencias de aquella reina castiza o dio a la luz una obra que la historia literaria tiene casi olvidada y sin embargo creó en el sustrato de ésta. Noticia Relacionada estandar No Luis Mateo Díez: «El poder está neutralizando la imaginación» Bruno Pardo Porto El premio Cervantes presenta su nueva novela, 'El vigía de las esquinas'Me refiero a 'Carnestolendas', una farsa de 1903 que inauguró el esperpento, mucho antes de que lo hiciera su teatro. La novela de Luis Mateo Díez tiene que ver tanto con el género farsa como el de fábula, y es directamente carnavalesca. Las carnestolendas es tiempo donde todo anda trastocado, y es tiempo de celebración de la risa, la más corrosiva de las resistencias a todo poder. En una de sus ciudades de Sombra, que esta vez no tiene nombre, imagina la crónica de un fin de ciclo, de un cambio de paradigma donde la democracia se ha visto sustituida por el populismo, y donde la corrupción campea por doquier. Nadie se libra, policías, periodistas, políticos, cofrades, religiosos , hasta quienes iban a ganar el cielo desde la Primavera de la Gente, movimiento que aparece y al que pertenece la Señorita Ideológica. Curiosamente el protagonista, Ciro Caviedo, comparte profesión con Marcos Parra, el periodista de 'El Vespertino', periódico de la ciudad provinciana descrita en 'Las estaciones provinciales', la primera novela de nuestro autor, aparecida en 1982. La profesión de periodista tanto de periódico como de un programa de radio, cada vez con menos lectores y oyentes, le lleva a ser vigía de las esquinas de una ciudad corrompida , donde pululan esos personajes estrambóticos que dicen como nadie la condición de la necesidad. Imagina la crónica de un fin de ciclo, donde la democracia se ha visto sustituida por el populismoSon perdedores y tienen todos algún déficit físico o mental. El adjetivo que mejor les conviene es el de averiados. Pocos acompañan a Ciro Caviedo hasta el final de la novela: el comisario Ceballos, el viajante Alio Tañido, o Calo Contrera, el entrañable y arcaico profesor de repetidores en una Academia de Enseñanza Media. La novela no es realista porque describe situaciones que no podrían decirse desde el realismo, dado que no las creeríamos. Ocurre como ocurría cuando la sociedad de Valle-Inclán , que se dijo mejor desde la deformación del esperpento. Quien ha visto sorprendido por un fotógrafo a un jefe de la Guardia Civil en calzoncillos dilapidar dinero de todos con prostitutas y que a su vez se vio engañado por alguien más listo que le siso lo robado, quienes asistimos a perpetuaciones de situaciones parecidas en una fiesta de políticos tahúres y picaros poderosos , sabemos, ya desde el Arcipreste de Hita, como luego en los 'Sueños' de Quevedo, y antes el patio de Monipodio cervantino, que una realidad como la política presente y la demolición de la cultura y la misma noción de verdad, solo podía decirse desde la farsa carnavalesca. No hay poder que resista la risa, tampoco las variadas formas con que Luis Mateo Díez con esta novela propina un corte de mangas a la gazmoñería puritana , si no directamente teocrática, que nos asedia y dicta desde su poder y corrupciones lo que podemos decir y hasta sentir. Menos mal que hubo escritores como Juan Ruiz, Cervantes, Quevedo y Valle-Inclán, menos mal que hubo artistas como Buñuel (la novela de Luis Mateo se nutre mucho de la estética del aragonés de Calanda), que imaginan un mundo que nos describe mejor que todo realismo pudiera hacerlo, sobre todo porque narradas en modo realista las corruptelas y negocios de políticos y cofrades en esta Ciudad de Sombra no creeríamos que pudieran ser ciertas. Una realidad como la política presente solo podía decirse desde la farsa carnavalescaPero un país que ha dado tanto pícaro, tanto tahúr, tanto corrupto necesita del tablado de farsa que provoque la risa, y sobre todo que invite al lector a vivirla desde una sensación de libertad. Todo se dice como se dice en los bares, (escenario de muchas escenas) donde la sociedad inmigrante y autóctona dirime sus chácharas y penurias, a pesar de la vigilancia de otro gran personaje, la Infiltrada Caridia. El país que dio realidades como el Palmar de Troya sevillano, que ha dado recientes versiones de aquel descarado putiferio del guardia civil, ahora en otros rostros y calvas, un país donde el periodismo se puede comprar, o el policía hacer la vista gorda según sea, necesitaba una fábula desmelenada y a calzón quitado , con un alarde increíble de imaginación lingüística escrita por quien contempla el fin de todo cuanto creía firme, una vez llegado el invierno de su descontento. Una obra maestra, créanme, al modo y altura de las de Valle-Inclán.

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